Thursday, July 13, 2006

Augusto Roa Bastos, el Supremo


  • • Mientras el Paraguay del que estuvo exiliado por 50 años lo declaró hijo ilustre, numerosos escritores latinoamericanos y de los otros lamentaron su muerte. En Concepción, dos profesores universitarios cuentan su visión del maestro de las letras.


Por Claudia Farías V.

La muerte de Augusto Roa Bastos no fue una sorpresa, de 87 años, enfermo desde hacía un tiempo, con 4 bypass en el corazón, una caída le provocó un coágulo en el cerebro y la consiguiente cirugía, de la que parecía recobrarse, terminó en un paro cardíaco irrecuperable. El martes pasado, a las 14.20 horas, Paraguay perdía a su grande de la literatura y América Latina a uno de los más importantes representantes del boom literario.
El ganador del Premio Cervantes en 1989 nunca se llevó bien con la autoridad. A los 15 años se fugó de casa para participar en la guerra del Chaco, contra Bolivia, y en 1947 tuvo que salir huyendo de Paraguay por la persecución política. Instalado en Argentina escribió “El fiscal”, “Hijo de hombre” y “Yo, el supremo”, libros basados en la dictadura y la fascinación del poder total. En 1976 una nueva huída lo llevó a Francia y después a España, para retornar recién en 1996 a su Paraguay.

“Uso nefasto del poder”

Para el profesor de literatura hispanoamericana de la U. de Concepción, Mario Rodríguez, la muerte de cualquier gran autor como Augusto Roa Bastos es un impacto porque muestra cómo van desapareciendo los grandes escritores del siglo XX y con ellos su visión del mundo.
Sobre la obra del paraguayo, señaló que “la trilogía “Yo, el supremo”, “Hijo de hombre” y “El fiscal”, este último menos conocido, habla de lo mismo, el poder y la injusticia, el uso nefasto del poder.
Estas novelas son sobre dictaduras pero más específicamente el poder y sus efectos destructivos, la violencia sobre los más desprotegidos y los enemigos políticos”.
Rodríguez sostuvo que la literatura de Roa Bastos “es una denuncia de la forma como han operado en Latinoamérica los gobiernos dictatoriales, los que influyen en la identidad del país”.
Además, el docente destacó que en sus novelas Augusto Roa Bastos “incluye lo excluído, lo negado por la historia oficial del país: el indígena, que siempre aparece en sus novelas casi como un ser mítico, hay un enaltecimiento del indio”.
Para Mario Rodríguez “los jóvenes pueden encontrar en las obras de Augusto Roa Bastos una defensa de los valores considerados juveniles, como la resistencia al poder, además leerlo les permitiría conocer una parte importante de la historia de América Latina”, concluyó.

“Escritor brillante”

La profesora del Departamento de Español de la Universidad de Concepción y doctora en literatura, Marta Contreras, aseguró que Augusto Roa Bastos es uno de los grandes dentro de la literatura hispanoamericana, “pertenece al período del boom de la novela, junto a García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa. Pero él pertenece a un grupo de escritores que son más conectados al neorrealismo que tienen una escritura que concede espacios a elementos de la cultura popular y mítica local”.
Para Marta Contreras “Roa Bastos es un escritor brillante cuyo lenguaje tiene una riqueza que está enfatizada por su instalación en el guaraní. Su escritura está penetrada por esta doble lengua, lo que le da al español una riqueza extraordinaria”.
Sobre “Yo, el supremo”, Marta Contreras señaló que su temática “es local, porque tiene que ver con una figura latinoamericana que es el dictador. Figura masculina, patriarcal, autoritaria, de poder, que es muy propia de Latinoamérica. En ese sentido la novela es un campo de estudio, de juego, de presentación de hipótesis sobre la historia”, comenta.
Marta Contreras destacó del libro de cuentos “El trueno entre las hojas”, el texto “Los carpincheros”, grupo étnico que vive de la caza del carpincho y que hace su vida a bordo de canoas, tienen una cultura acuática. “Esto que es tan extraordinario para nosotros como lectores, él tiene la capacidad de mostrarnos esas vidas y hacernos palpitar con ellas. No ofrece una visión pintoresca, del criollismo, sino que está llena de vida”. Además, da un narrador que se mueve, que está en la perspectiva de los carpincheros, de una niña alemana que los observa, que está encima de todos y gracias a ello logra generar una realidad muy compleja y rica”.



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